Víctimas de accidentes de tráfico
Los accidentes de tráfico constituyen el suceso traumático más frecuente experimentado por los hombres (25%) y el segundo para las mujeres (13,3%). Dichos accidentes dejan, además de los fallecidos, otro tipo de víctimas. Se trata de aquellas personas que, después de sufrir el suceso traumático, quedan con algún tipo de lesión o secuela, ya sea de tipo físico, psicológico o mixto, así como de los familiares y personas que deben atenderlos (Echeburúa y Esbec, 2015).
Un accidente de tráfico supone un trauma para la víctima, entendiendo “trauma” como una reacción psicológica derivada de un suceso traumático, que quiebra el sentimiento de seguridad de la persona.
En un estudio sobre secuelas psíquicas en víctimas de accidentes de tráfico realizado por Goldberg y Gara en 1990, se diferencian cuatro grupos de pacientes: grupo depresivo, grupo TEPT, grupo de inadaptación al dolor crónico, y grupo de alteraciones conductuales del tipo síndrome postconmocional. Echeburúa (2015) explica cada uno de estos grupos de este estudio: El grupo depresivo es el más numeroso, e incluye la depresión con sus características asociadas, como anhedonia, insomnio, culpa, anorexia o déficits de memoria. El grupo TEPT (trastorno de estrés postraumático) es el segundo grupo más frecuente y hace referencia a las imágenes recurrentes del accidente, ansiedad y miedo a conducir. El grupo de inadaptación al dolor crónico es un grupo poco frecuente y puntúa alto solo en ese factor y, por último, el grupo de alteraciones conductuales del tipo del síndrome postconmocional es un grupo poco frecuente que incluye anorexia, irritabilidad y déficits de concentración.
Las secuelas psicológicas más frecuentes después de un accidente de tráfico son los trastornos de adaptación, el trastorno de estrés postraumático (TEPT), las secuelas del estado de ánimo, la transformación persistente de la personalidad, los trastornos de uso de sustancias y las secuelas cognitivas (Echeburúa, 2015).
Estas alteraciones psicológicas y emocionales pueden ser temporales, aunque muchas de ellas persisten en el tiempo y otras no desaparecen nunca. De esta forma, en España, el 36.7% de las víctimas dice haber realizado un tratamiento psiquiátrico y el 50% un tratamiento psicológico (Instituto Opinòmetre, 2016).
Los accidentes de tráfico constituyen el suceso traumático más frecuente experimentado por los hombres (25%) y el segundo para las mujeres (13,3%). Dichos accidentes dejan, además de los fallecidos, otro tipo de víctimas. Se trata de aquellas personas que, después de sufrir el suceso traumático, quedan con algún tipo de lesión o secuela, ya sea de tipo físico, psicológico o mixto, así como de los familiares y personas que deben atenderlos (Echeburúa y Esbec, 2015).
Un accidente de tráfico supone un trauma para la víctima, entendiendo “trauma” como una reacción psicológica derivada de un suceso traumático, que quiebra el sentimiento de seguridad de la persona.
En un estudio sobre secuelas psíquicas en víctimas de accidentes de tráfico realizado por Goldberg y Gara en 1990, se diferencian cuatro grupos de pacientes: grupo depresivo, grupo TEPT, grupo de inadaptación al dolor crónico, y grupo de alteraciones conductuales del tipo síndrome postconmocional. Echeburúa (2015) explica cada uno de estos grupos de este estudio: El grupo depresivo es el más numeroso, e incluye la depresión con sus características asociadas, como anhedonia, insomnio, culpa, anorexia o déficits de memoria. El grupo TEPT (trastorno de estrés postraumático) es el segundo grupo más frecuente y hace referencia a las imágenes recurrentes del accidente, ansiedad y miedo a conducir. El grupo de inadaptación al dolor crónico es un grupo poco frecuente y puntúa alto solo en ese factor y, por último, el grupo de alteraciones conductuales del tipo del síndrome postconmocional es un grupo poco frecuente que incluye anorexia, irritabilidad y déficits de concentración.
Las secuelas psicológicas más frecuentes después de un accidente de tráfico son los trastornos de adaptación, el trastorno de estrés postraumático (TEPT), las secuelas del estado de ánimo, la transformación persistente de la personalidad, los trastornos de uso de sustancias y las secuelas cognitivas (Echeburúa, 2015).
Estas alteraciones psicológicas y emocionales pueden ser temporales, aunque muchas de ellas persisten en el tiempo y otras no desaparecen nunca. De esta forma, en España, el 36.7% de las víctimas dice haber realizado un tratamiento psiquiátrico y el 50% un tratamiento psicológico (Instituto Opinòmetre, 2016).