Acoso escolar / Bullying

El acoso escolar o bullying se cobra alrededor de 200 mil suicidios al año entre jóvenes de entre 14 y 28 años según un informe realizado por la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras, en colaboración con la Organización Mundial de la Salud junto a Naciones Unidas.  En el año 2020/2021 se registraron 11.229 casos de acoso escolar y el 11% de los casos pertenece a la Región de Murcia. (ONG Internacional Bullying Sin Fronteras).

El fenómeno del acoso escolar también recibe el nombre de intimidación, hostigamiento o acoso escolar y se refiere a aquellas conductas agresivas que se ejercen de manera repetida a un alumno o grupo de ellos sobre otro, en dónde la intención es hacer daño y establecer una relación de control-sumisión en la que el agredido no pueda defenderse. (Enríquez y Garzón, 2015)

Las conductas que causan sufrimiento son variadas e incluyen: insultos, motes o apodos, emboscadas, hacer el vacío o excluir, maltratar las pertenencias, amenazar, empujar, pegar, entre otras, las cuales podrían clasificarse como conductas de maltrato verbal, físico o psicológico.

En la dinámica del acoso escolar participan: acosador, víctima y observadores. El acosador pretender obtener un beneficio de este comportamiento -popularidad, poder, etc.-; la víctima sufre a menudo en silencio esta situación y los observadores considerados pasivos, legitiman el acoso, aunque algunos pueden participar en el mismo como colaboradores, otros sencillamente observan el proceso sin intervenir.

Con respecto a las consecuencias psicológicas el acoso escolar supone una situación sumamente estresante y que repercute de forma muy negativa en el bienestar psicológico de la víctima. Estas suelen expresar sentimientos de soledad, ansiedad, síntomas depresivos, baja autoestima, problemas de insomnio, quejas somáticas (como dolores de cabeza, dolor de estómago, náuseas o vómitos), rechazo a asistir a la escuela y, en los casos más graves, ideas acerca del suicidio. Además, tienden a mostrar un autoconcepto general negativo, una baja satisfacción con la vida y un alto grado de infelicidad (Cañas, 2017).

 

El acoso escolar o bullying se cobra alrededor de 200 mil suicidios al año entre jóvenes de entre 14 y 28 años según un informe realizado por la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras, en colaboración con la Organización Mundial de la Salud junto a Naciones Unidas.  En el año 2020/2021 se registraron 11.229 casos de acoso escolar y el 11% de los casos pertenece a la Región de Murcia. (ONG Internacional Bullying Sin Fronteras).

El fenómeno del acoso escolar también recibe el nombre de intimidación, hostigamiento o acoso escolar y se refiere a aquellas conductas agresivas que se ejercen de manera repetida a un alumno o grupo de ellos sobre otro, en dónde la intención es hacer daño y establecer una relación de control-sumisión en la que el agredido no pueda defenderse. (Enríquez y Garzón, 2015) Las conductas que causan sufrimiento son variadas e incluyen: insultos, motes o apodos, emboscadas, hacer el vacío o excluir, maltratar las pertenencias, amenazar, empujar, pegar, entre otras, las cuales podrían clasificarse como conductas de maltrato verbal, físico o psicológico. En la dinámica del acoso escolar participan: acosador, víctima y observadores. El acosador pretender obtener un beneficio de este comportamiento -popularidad, poder, etc.-; la víctima sufre a menudo en silencio esta situación y los observadores considerados pasivos, legitiman el acoso, aunque algunos pueden participar en el mismo como colaboradores, otros sencillamente observan el proceso sin intervenir. Con respecto a las consecuencias psicológicas el acoso escolar supone una situación sumamente estresante y que repercute de forma muy negativa en el bienestar psicológico de la víctima. Estas suelen expresar sentimientos de soledad, ansiedad, síntomas depresivos, baja autoestima, problemas de insomnio, quejas somáticas (como dolores de cabeza, dolor de estómago, náuseas o vómitos), rechazo a asistir a la escuela y, en los casos más graves, ideas acerca del suicidio. Además, tienden a mostrar un autoconcepto general negativo, una baja satisfacción con la vida y un alto grado de infelicidad (Cañas, 2017).