Abuso sexual

Los abusos sexuales comprenden cualquier atentado contra la libertad sexual de otra persona, realizado sin violencia ni intimidación, sin que medie el consentimiento de dicha persona. Se consideran abusos sexuales no consentidos (además de los que se ejecuten sobre menores de 13 años) aquellos en los que el consentimiento se obtenga prevaliéndose el responsable, de una situación de superioridad manifiesta que coarte la libertad de la víctima. Específicamente, el abuso sexual de menores se refiere a cualquier conducta sexual mantenida entre un adulto y un menor.

La prevalencia de agresiones sexuales es variable, dado que se utilizan definiciones y metodologías distintas en cada estudio, además entre 75 y 80% de ellas no son denunciadas, dificultando determinar su prevalencia real. (Leyton et al., 2013). Según la primera encuesta nacional de Estados Unidos, llevada a cabo en adultos, sobre la historia de abuso sexual, un 27% de las mujeres y un 16% de los hombres reconocían retrospectivamente haber sido víctimas de abusos sexuales en la infancia (Echeburúa y de Corral, 2006).

Las víctimas suelen ser más frecuentemente mujeres (58,9%) que hombres (40,1%) y situarse en una franja de edad entre los 6 y 12 años. Hay un mayor número de niñas en el abuso intrafamiliar (dentro de la familia), con una edad de inicio anterior (7-8 años), y un mayor número de niños en el abuso extrafamiliar (fuera de la familia), con una edad de inicio posterior

Las conductas abusivas, que no suelen limitarse a actos aislados, pueden incluir un contacto físico (genital, anal o bucal) o suponer una utilización del menor como objeto de estimulación sexual del agresor (exhibicionismo o proyección de películas pornográficas)

Las agresiones sexuales infantiles repercuten psicológicamente sobre el desarrollo de las víctimas, además de sufrir consecuencias físicas, emocionales, sociales y familiares. Existe asociación entre las agresiones sexuales infantiles y el aumento del riesgo de trastornos psiquiátricos y consecuencias en la salud mental en la vida adulta.

 

Los abusos sexuales comprenden cualquier atentado contra la libertad sexual de otra persona, realizado sin violencia ni intimidación, sin que medie el consentimiento de dicha persona. Se consideran abusos sexuales no consentidos (además de los que se ejecuten sobre menores de 13 años) aquellos en los que el consentimiento se obtenga prevaliéndose el responsable, de una situación de superioridad manifiesta que coarte la libertad de la víctima. Específicamente, el abuso sexual de menores se refiere a cualquier conducta sexual mantenida entre un adulto y un menor.

La prevalencia de agresiones sexuales es variable, dado que se utilizan definiciones y metodologías distintas en cada estudio, además entre 75 y 80% de ellas no son denunciadas, dificultando determinar su prevalencia real. (Leyton et al., 2013). Según la primera encuesta nacional de Estados Unidos, llevada a cabo en adultos, sobre la historia de abuso sexual, un 27% de las mujeres y un 16% de los hombres reconocían retrospectivamente haber sido víctimas de abusos sexuales en la infancia (Echeburúa y de Corral, 2006).

Las víctimas suelen ser más frecuentemente mujeres (58,9%) que hombres (40,1%) y situarse en una franja de edad entre los 6 y 12 años. Hay un mayor número de niñas en el abuso intrafamiliar (dentro de la familia), con una edad de inicio anterior (7-8 años), y un mayor número de niños en el abuso extrafamiliar (fuera de la familia), con una edad de inicio posterior

Las conductas abusivas, que no suelen limitarse a actos aislados, pueden incluir un contacto físico (genital, anal o bucal) o suponer una utilización del menor como objeto de estimulación sexual del agresor (exhibicionismo o proyección de películas pornográficas)

Las agresiones sexuales infantiles repercuten psicológicamente sobre el desarrollo de las víctimas, además de sufrir consecuencias físicas, emocionales, sociales y familiares. Existe asociación entre las agresiones sexuales infantiles y el aumento del riesgo de trastornos psiquiátricos y consecuencias en la salud mental en la vida adulta.