La voz de las víctimas

Este espacio se abre para que las víctimas de diferentes sucesos traumáticos (por ejemplo, abusos sexuales, acoso escolar y laboral, maltrato infantil, asaltos, accidentes de tráfico…), puedan contar su experiencia acerca de los efectos negativos sobre su vida, su salud física, mental y sus relaciones. Además nos explican, si han podido superar y crecer con esas experiencia.

Fui acosada en dos ocasiones: la primera desde los 8 hasta los 12, y la segunda a los 14. Al ser centros escolares distintos no se trataba de las misma gente, pero en su mayoría siempre fueron chicas. En primaria se dedicaron a hacerme el vacío, ponerme motes, chantajearme, meterse con mi manera de vestir o mi aspecto, poner a otros compañeros en mi contra, etc. Yo intentaba defenderme lo mejor que podía, pero al final con prácticamente todos en mi contra fue casi imposible, incluso tergiversaban las cosas para hacerme ver problemática ante los docentes. Todo esto acabó con mi cambio de centro al acabar la primaria. Nunca supe con certeza el origen de su manía, pero pudo deberse a mi introversión e ir demasiado a mi aire. En aquel curso de la ESO, pese a que fue más “light”, dentro de lo que cabe, yo no fui ya capaz de defenderme, o por lo menos no lo intenté con tanto ahínco. Se centraron en mi manera de vestir y en que no me interesaba nada el maquillaje, además de que me tiraban las típicas bolas de papel. En esta ocasión se acabó antes, en ese mismo curso, gracias a la intervención del tutor de clase. Nada de violencia física, pero siempre he arrastrado secuelas. Aun hoy, si oigo risas de grupos de jóvenes en la calle, he de cerciorarme de que no son por mí. Pienso que no caigo o no voy a caer bien, me sorprenden los halagos, me cuesta abrirme a las personas, soy muy malpensada, negativa… He trasladado estas consecuencias al terreno sentimental, cometiendo errores fatales en relaciones amorosas. Intento trabajar en mí, pero me cuesta poner las cosas en orden o seguir un patrón, por lo que decidí acudir a terapia. La sociedad no es consciente de cuánto conllevan estas problemáticas, incluida, por supuesto, la labor del personal educador. Pese a que tuve suerte con aquel tutor, doy fe de que gran parte del colectivo hace la vista gorda amparándose en el consabido “son cosas de críos”. Sin olvidar la culpabilización de la víctima, con argumentos tales como “por algo sería” o “pudiste hacer algo para evitarlo, no permitas que vuelva a pasar”. Sin duda, queda mucho por hacer para tratar estas cuestiones de raíz.

“Mis problemas comenzaron cuando yo era una niña de unos 9 años, debido a que en el colegio una de mis profesoras, que era monja, no se comportó bien conmigo durante 1 año. Esto hacía que yo no quisiera ir al colegio despertando en mi sentimientos de terror, culpa y miedo. Mi estancia en el colegio fue traumática, tenía miedos debido a que dicha profesora siempre me preguntaba la lección a mí, ya que era la primera de la lista, para realizar todas las actividades. Me tiraba del pelo, me pellizcaba, me humillaba delante de las compañeras entre otras cosas. Yo me preparaba todas las lecciones con mucha dedicación, pero cuando llegaba a clase me quedaba en blanco a causa del miedo que tenía y no lo hacía bien. Esto provocaba que la monja se riera de mi y me humillara,
haciendo sentirme cada vez menos capaz; despertándome sentimientos de miedo y haciéndome creer que era una inútil. Con respecto a mis compañeras algunas me ayudaban pero otras se reían, poniéndose de su parte, empeorando la sensación de miedo e inferioridad que yo sentía hacia los demás. Por otra parte cuando se lo comunicaba a mi familia, estos no hacían nada e incluso afirmaban que era una imaginación mía. Mi padre era una persona muy dura y afirmaba que yo era muy blanda y que debería resistir todo lo que me ocurría. Cuando era una niña, incluso deliraba por las noches en sueños, ya que veía a la profesora en casa. Cuando yo me despertaba mi madre se sentaba en el pie de mi cama pero no decía nada por lo que esto no me ayudaba; todas estas situaciones hacían que mi miedo no cesara y que me sintiera sola y desprotegida. He de reconocer que para mi madre era muy difícil entender lo que estaba pasando ya que tenía una educación muy religiosa y para ella la posibilidad de que una monja me hiciera daño no podía ser algo que pueda ocurrir. Todos estos abusos me hacían sentirme inferior a los demás y tener miedo a la gente, todas estas situaciones fueron afectando mis relaciones sociales a lo largo de los años y por ello considero que este episodio ha sido la principal causa de mis problemas para relacionarme. Llevo varios años con tratamiento y se me ha diagnosticado Agorafobia, pero no estoy de acuerdo, ya que a mi lo que me da miedo es relacionarme con los demás porque no sé si voy a quedar bien y van a aceptarme tal  y como soy. Me encuentro muy tensa en las relaciones con los demás, me siento atacada con frecuencia y no puedo relajarme, por lo que evito el contacto social.” Es difícil describir el sufrimiento que me generó toda esta situación durante toda mi vida. En aquel momento vivía aterrorizada, tenia alucinaciones, pesadillas, no dormía me orinaba de noche y me estuvo pasando hasta los 18 años. Dejé de ser una niña alegre para convertirme en una niña triste, apagada. Me marcó con el miedo a la gente, sobretodo a los que estaban por encima de mi ( a los mayores), me moría de miedo a la autoridad.

“Friki”, “Rara”, “Gorda”, “Tonta”, “Lesbiana”, “Marginada”, “Suspendedora” Han pasado doce años desde la última vez que mis compañeras de clase me llamaron así, pero sigo escuchándoles como si acabaran de hacerlo. La experiencia me sirvió como motivación para: aceptar mis gustos, mejorar mis habilidades sociales, tener criterio propio, formar mi personalidad, desplegar mi lado creativo…Sin embargo, sus efectos en lo intelectual fueron menos agradecidos: inseguridad y perfección, manifestadas en tardar una semana en estudiarme una página; el miedo a la decepción y al fracaso me llevan a pensar por sistema cosas como “no puedo”, “no soy capaz”, “no voy a aprobar”; me exijo más de lo que debería; rechacé mi sueño de estudiar una carrera por ser considerada de “muertos de hambre” y me decanté por otra por ser socialmente reconocida como importante; para mi los únicos triunfos que importan son los académicos, sintiéndome inútil e inferior cuando no alcanzo las metas que me propongo o no puedo seguir el ritmo de mis compañeros de clase; ansío conseguir éxito y reconocimiento para demostrar a quienes me despreciaron que se equivocaban. Hasta el día de hoy no he sido consciente de que todas estas decisiones y actuaciones no las he llevado a cabo por iniciativa propia, o como yo pensaba “porque soy así”, sino que son consecuencia de un peso que todavía no he conseguido quitarme de encima.

Personalmente, no creo que mi experiencia de bullying sea de las más duras ya que he oído otras historias mucho peores, pero aun así considero que vivir lo que yo viví es algo muy perjudicial para una persona y aún más para un niño, y no me gustaría que le pasase a nadie, por eso creo que se debería concienciar a la sociedad mucho más sobre esto, y evitar que este tipo de cosas se sigan dando. Siempre fui un niño con sobrepeso, desde que tengo conciencia, y esto sirvió para que algunos de mis compañeros del colegio se pudieran meter conmigo, ya fuera porque había alguna discusión entre nosotros y aprovechaban para atacarme con eso, aunque esto no pasó mucho porque
yo era un niño bastante reservado, o ya fuera simplemente sin motivo. No creo que tenga rencor a estos niños ya que no puedo culparlos porque eran niños y no sabían el daño que estaban haciendo. Al principio creo que no me afectaba tanto a la autoestima, o no lo recuerdo, pero a partir de los 6 o 7 años sí me empezó a afectar, y me sentía mal respecto a conmigo mismo e inferior en cierta medida al resto. Nunca respondía a este tipo de cosas porque era bastante bueno y supongo que también porque siempre me decían que lo mejor era pasar de esto. Con la adolescencia, en los primeros años de instituto aún se metían a veces conmigo, aunque mucho menos, ya que supongo que mis compañeros tenían más conciencia de que eso estaba mal y que me podía afectar. Cuando había comentarios de este tipo muchas veces los hacían de manera más sutil o incluso sin querer, pero yo ya estaba sensibilizado respecto a esto y a la mínima me afectaba, también supongo que esto es porque la adolescencia es una edad donde nuestra apariencia nos importa mucho más que en las demás etapas de la vida. A partir de los 14 o 15 años no volví a recibir bullying, y poco después adelgacé, aunque tuve muchos problemas con la visión de mi cuerpo aun estando delgado e incluso creo que pude tener principios de anorexia durante un tiempo. A día de hoy creo que tengo esto bastante superado, pero creo que ha hecho mella en mi personalidad y quizá haya sido un factor que ha influido en mi personalidad bastante insegura. También suelo tener etapas donde esto me afecta mucho más que otras, pero no sé realmente por qué. A día de hoy sufro trastorno de estrés postraumático, por otras causas, y siento que esa parte de mi pasado ha salido con ello.